Cada vez que vuelvo a casa, me
encuentro con la parte más armónica de mí mismo y de la vida.
Siempre es especial volver al nido en el que diste tus primeros
pasos, donde experimentaste las primeras alegrías y decepciones,
donde aprendiste a sonreír. Una y otra vez aparece ese cosquilleo
de melancolía con ese origen, ese mundo perfecto.
Sin embargo, únicamente salir
del nido otorga la capacidad de crecimiento, porque, ¿qué es el ser
humano sin una meta por la que vivir? ¿sin una meta por la que
luchar? ¿sin un nido que construir?. Es un triste invitado en esta
hermosa vida.
Experimentar es abrirse a un
abanico de posibilidades, probarse a uno mismo y tomar conciencia. El
nido se desvanece de las ramas y da paso a la desarmonía del medio,
un paso necesario para orientar el centro de ti hacia una armonía
superior. Crecimiento e ilusión, voluntad y sacrificio, esas son las
palabras. Y entonces, encontrarás un nido como el del principio
donde empezar un nuevo comienzo con una vitalidad transformada y
enriquecida.