Corren ríos
de sangre, tormentos en la sombra. Huyen despavoridos del gran desastre que les
alcanza. Un mundo venido a menos, desproporcionado en crueldad, sometido a una
ley esclava, sumido en un valle de desesperación. Huyen del miedo, de la
injusticia, de ese mundo tornado en negro, buscando una tenue luz de esperanza.
Un andar melancólico, triste, de abatimiento ante el panorama que les rodea.
Todos los rincones, teñidos en rojo, destilan soledad y aspereza, sin un ápice
de lo que antes fue. Continúan su camino, adentrándose en algo desconocido,
diferente quizás, una solución o un inconveniente más. Sensaciones de esperanza
y desconcierto encontradas ante algo nuevo, una posible salida de sus estados
anímicos de desolación. Decidieron arriesgar, adentrarse aún más en ese mundo
que parecía diferente a lo conocido. Sus miradas vislumbraban las falsas
apariencias, ese lugar les hizo recordar lo que una vez fue. Pero efímero, como
un sueño, ese mundo se desmoronó ante ellos devolviéndoles a la realidad que les
acontece. Desconcierto en ellos, sucumbidos de nuevo por ese mundo que
pretendían olvidar. Pero a pesar de todo,
por un instante, habían soñado con un mundo mejor, mantenían con fortaleza la
convicción de recuperar ese lugar donde fueron felices. Porque entre extensos
rincones de miseria pudieron atisbar una pequeña esperanza, un reflejo de un
mundo mejor, un reflejo de una sombra…